
* Entrevistado por Vicenç Navarro, en el mit, cambridge (Massachusetts)
Vicenç Navarro : Muchas gracias por recibirnos.
Noam Chomsky : Estoy encantado de tener la oportunidad de hablar con vosotros.
VN: Quería hablar contigo precisamente sobre tí mismo y también sobre los Estados Unidos. Fuera de los EE.UU., eres sin duda el intelectual estadounidense más conocido. Pero la mayoría de la gente de fuera de EE.UU. no es lo suficiente consciente de lo que representa que el intelectual más conocido de los EE.UU. en el extranjero aparezca tan poco en los medios de su propio país. Cuando miramos las principales cadenas de televisión, como la CBS , la NBC o la CNN , nunca apareces. En realidad parece como si estuvieras vetado en tales medios. Mucha gente fuera de los EEUU o no lo saben o no lo entienden, porque a menudo se idealiza a los EE.UU., que se presenta como una democracia extremadamente dinámica y activa. Fuera de EE.UU. no se es consciente de la enorme discriminación que existe en EE.UU. en contra de las voces de izquierda como las tuyas, discriminación que ocurre incluso en círculos que se llaman de izquierda dentro del establishment liberal de EE.UU. ¿Cómo explicas esta situación? ¿Cómo explicas esta discriminación en contra de tí en los más importantes foros de debate de EE.UU.?
NC: De entrada debería decir que, de hecho, es en estos círculos de intelectuales liberales de izquierdas dónde probablemente me discriminan, me temen y me desprecian más. Si quieres ver un ejemplo gráfico de esto, mira la fotografía que tengo colgada y enmarcada a la puerta de mi despacho. Es la portada de la revista más o menos oficial de los intelectuales liberales de izquierdas, The American Prospect. Aquella portada quiere representar la lucha ideológica a la cual se enfrentan. Se presentan a ellos mismos como estando entre dos amenazas representadas por dos figuras con cara enfadada. A un lado vemos a Dick Cheney, en el Pentágono; y en el otro estoy yo. Los intelectuales de izquierdas del establishment liberal se ven atrapados entre estas dos fuerzas que consideran gigantescas. Esta portada es indicativa de la paranoia y de la preocupación de que pueda haber cualquier pequeña rotura en la ortodoxia liberal.
Los intelectuales de la izquierda del establishment liberal son (y no sólo en los EE.UU.) los típicos guardianes de los límites del sistema: hasta aquí podemos llegar, pero ni un milímetro más allá.
De hecho, consideran aterrador pensar que alguien pueda ir un milímetro más allá. Esto se extiende también a los principales medios de comunicación donde el control ideológico es enorme. Aparece así una situación en la que por un lado hay una gran libertad de expresión. Es un país muy libre, es el país más libre del mundo. No creo que la libertad de expresión, por ejemplo, esté tan protegida en ninguna parte del mundo como lo está aquí. Pero, por otra parte, la posibilidad de producir y distribuir ideas está muy controlada. Es una sociedad muy dirigida, una sociedad que se gestiona como un negocio, dirigido con mucho cuidado, con estrictos requisitos doctrinales, de los cuales no se tolera ninguna desviación pues sería demasiado peligroso.
Uno de los motivos por los cuales es demasiado peligroso es que el sistema político, tanto los partidos como la clase política, tiene una posición que en la mayoría de temas importantes está mucho más a la derecha que el resto de la población. Si cogemos la sanidad, por ejemplo, sobre la cual tú has escrito durante muchos años la población está a la izquierda del establishment, y así ha sido siempre. Lo mismo pasa en otros muchos temas. Por lo tanto, permitir que se debatan temas importantes es un riesgo y una amenaza. Permitir cualquier desviación es peligroso y se debe controlar con mucho cuidado.
Por lo tanto, sí, este es un país muy libre, pero muy controlado. Por esto tenemos una ideología muy rígida y muy controlada.
VN: Es sorprendente porque, desde fuera de los EE.UU., a menudo se tiene la impresión de que el país tiene un sistema político muy estable y seguro. Podríamos incluso pensar que con un sistema político y unos medios de comunicación tan potentes, el país se podría permitir voces más criticas en los medios de lo que permiten .
NC: Sí!
VN: Es como si temieran las voces más criticas, como por ejemplo la tuya.
NC: Sí, creo que tienen miedo. Existe un miedo terrible a que cualquier pequeña desviación pueda conducir al desastre. Es una mentalidad típicamente totalitaria. En esta mentalidad debes controlarlo todo. Si algo queda fuera de tal control, puede resultar desastroso para ellos. De hecho, la estabilidad de la sociedad de los EE.UU. no es tan obvia. Requiere mucha represión. Lo que ocurrió con los papeles del Pentágono durante la Guerra del Vietnam es muy representativo de lo que estoy diciendo. Estos papeles no eran documentos desclasificados y públicos. Tener acceso a ellos era como robar los archivos: era como conquistar un país y hacerse con el botín de sus archivos. La información no estaba pensada para el público. Pues bien, había cosas interesantes en los papeles del Pentágono que habían sido ocultadas.
Lo más interesante de tales papeles es la parte final. El periodo que cubren estos papeles acaba a mediados de 1968, justo después de la ofensiva del Tet del mes de enero de 1968, que convenció a la clase política de que la guerra resultaba demasiada costosa y de que no valía la pena continuarla. Aún así, en los meses inmediatamente posteriores, hubo un intento del gobierno de enviar unos 200.000 hombres más al Vietnam, para aumentar así el número de tropas a casi tres cuartos de millón. Hubo un debate dentro del gobierno sobre esto, tal y como demuestran los papeles del Pentágono, y decidieron no llevarlo a cabo. El motivo es que temían que, si lo hacían, quizás necesitarían las tropas para controlar el desorden civil que podría provocar en los EE.UU.. Habría una rebelión de proporciones sin precedentes entre la gente joven, las mujeres, los trabajadores, las minorías, los pobres, etc. A duras penas controlaban las cosas dentro del propio país, y cualquier movimiento en falso podría haber llevado a una rebelión. Y esto continúa. No pueden dejar que la población se descontrole. Ésta tiene que estar estrechamente disciplinada.
En realidad, uno de los motivos de la presión consumista tan extraordinaria que existe en EE.UU., presión que se remonta a los años 1920, es precisamente el reconocimiento por parte del mundo empresarial de que, si no se atomiza a la gente, si no se la conduce hacia aquello que denominamos “las cosas superficiales de la vida, como por ejemplo el consumo de moda”, la población puede girarse en contra suya.
Ahora mismo, por ejemplo, un 80% de la población de los EE.UU. cree que el país (transcribiendo literalmente las palabras exactas) “está dirigido y se mueve, acorde con unos pocos grandes intereses que sólo se preocupan por ellos mismos”, sin tener en cuenta el bienestar de la población. Un 95% de la población piensa que el gobierno debería prestar más atención a la opinión pública y no lo hace. El grado de alienación de la población hacia las instituciones democráticas es enorme. De ahí la importancia de que la gente esté atomizada, absorbida en el mundo del consumo, preocupada en cómo pagar las deudas reflejadas en sus tarjetas de crédito, separadas unas de las otras, sin escuchar debates críticos. Siempre que sea así, la clase empresarial cree que puede controlar a la población.
VN: Otra realidad que vemos es que fuera de los EE.UU. se idealiza el sistema norteamericano por parte de los medios de información y persuasión europeos. Por ejemplo, las primarias presidenciales se están mostrando como un signo de vitalidad de la democracia. Y el fenómeno Obama se presenta como responsable de la movilización de masas. Esta visión de la realidad de EE.UU. es muy sesgada. ¿Cómo explicarías esta idealización de la escena política americana, tan frecuente en Europa?
NC: La gente tiene estas ilusiones, y debemos preguntarnos cuál es el origen de ellas. No es difícil entender qué ha pasado, y el establishment lo entiende perfectamente.
Véamos, por ejemplo, qué ocurrió durante las primarias, en el día del “supermartes”, el 5 de febrero, en el cual se celebraron un par de docenas de primarias. La emoción, por lo tanto, era muy grande. En el Wall Street Journal: la historia principal en su portada aquel “supermartes”, escrita con grandes titulares, decía así: “Los temas políticos retroceden a lo largo del 2008 , puesto que los votantes se centran en el carácter de los candidatos”.
Poco después, apareció una encuesta, de la cual no informaron apenas, que revelaba que tres cuartas partes de la población querían que los medios cubrieran las opiniones de los candidatos sobre los temas más importantes que el país enfrentaba. Exactamente el contrario de la doctrina estándar que se manifestaba en el titular de aquel diario. Los medios enfatizaban características personales de los candidatos, mientras que la población deseaba saber la opinión de los candidatos sobre los temas que preocupaban a la población.
Esto no es nuevo. Ha pasado lo mismo en elecciones anteriores. Los dirigentes de los partidos evitan tocar los temas que preocupan a la población, manteniéndolos fuera de la vista de los lectores. No es verdad que los votantes prefieran la personalidad de los candidatos por encima de los otras temas. Los votantes estarían encantados de poder votar a favor de un sistema sanitario público, que han deseado durante décadas. Ahora bien, no se les da la opción. Los dirigentes del partido –o, básicamente, el ámbito de las relaciones públicas que venden bienes de consumo a través de la televisión– anuncian a los candidatos del mismo modo que anuncian bienes de consumo.
Cuando ves un anuncio en la televisión, no esperas aprender nada de ello. En realidad, si tuviéramos un mercado libre del tipo que describen los economistas, en el cual los consumidores informados toman decisiones racionales, la General Motors haría anuncios explicando las características de los coches que venden. No lo hacen. Lo que hacen es intentar crear ilusiones, por la vía de gráficas complicadas, de una actriz famosa conduciendo hacia al cielo, o de cualquier cosa por el estilo. La clave es engañar y manipular a la audiencia. Cuando tú “vendes” los candidatos, ocurre lo mismo –no entramos en los temas importantes, es demasiado peligroso porque el público puede no estar de acuerdo contigo en estos temas. Por lo tanto, lo que vendes es carácter, trivialidades, temas personales – el pastor de alguien dijo no sé qué, Hillary Clinton cometió un error cuando hablaba de Bosnia, etc.
La Fundación Pew publicó un estudio sobre la cobertura que hace la prensa de las primarias. La historia principal ha sido la de los sermones del reverendo Jeremy Wright. La segunda, el politiqueo de los “súper delegados”, y la tercera, la discusión sobre si Obama había estado más o menos acertado con su comentario sobre la “frustración” con respecto a la economía del electorado de las poblaciones rurales, y así una larga lista. Todas las historias principales de esta lista son sobre temas irrelevantes, marginales. No hay ninguno que destaque la opinión de los candidatos sobre ninguno de los temas importantes –sobre aquello que el público en general quiere escuchar. Se habla de cualquier cosa excepto de los temas importantes. Por lo tanto, la población simplemente no sabe cuáles son las posiciones de los candidatos sobre los temas importantes. Esto es muy evidente.
La opinión popular en los EE.UU. ha estado desde siempre muy bien estudiada, principalmente porque las clases empresariales, que dirigen el país, quieren sentir el pulso de su público –para controlar la propaganda. Puedes aspirar a controlar las actitudes y opiniones de la gente si conoces bien su vida. Es por eso por lo que sabemos tanto en EE.UU. sobre la opinión pública. Así sabemos que en las últimas elecciones, el 2004, la mayoría de los votantes de Bush tenían visiones equivocadas sobre la opinión de Bush con respecto a los temas principales –no porque fueran idiotas o no estuvieran interesados, sino porque las elecciones siguen un sistema de marketing.
Esta es una sociedad dirigida por las necesidades empresariales: del mismo modo que vendes bienes de consumo, vendes candidatos. El público es la víctima y es consciente de ello, y, por esto, más o menos un 80% cree que el país se mueve en función de unos pocos grandes intereses que miran sólo por ellos mismos. Así pues, la gente no está engañada, simplemente no ven que se les ofrezca ninguna opción.
El fenómeno Obama es una reacción interesante en todo esto. Los asesores de Obama, los dirigentes de su campaña, han creado una imagen que es básicamente como una página en blanco. En la campaña de Obama suenan palabras como esperanza, cambio, unidad –eslóganes totalmente vacíos pronunciados por una persona agradable, con buen aspecto y que habla bien–, los opinadores lo definen como “retórica en alza”, (“soaring rhetoric”), y cada cual puede escribir lo que le parezca, en esta página en blanco. Mucha gente está escribiendo sus deseos de un cambio de progreso. En la campaña, como apunta acertadamente el Wall Street Journal, no se ha prestado demasiada atención a los temas importantes. Las características personales son elementos clave. Es el carácter que se trata en portada como tema capital.
Pero, sí, el apoyo que ha recibido Obama es un fenómeno popular, y pienso que refleja la alienación de la población hacia las instituciones representativas. La gente se agarra a un hierro al rojo vivo: aquí hay una pequeña posibilidad de que quizás alguien pueda defender aquello que quiere. Aun cuando él no lo diga, parece el tipo de persona que quizás lo haría. Es muy interesante fijarnos en las comparaciones que se hacen. A Obama lo comparan con John F. Kennedy y Ronald Reagan –Kennedy y Reagan eran creaciones, productos de los medios de comunicación, en especial Reagan. Probablemente ni él conocía cuáles eran las políticas de su programa , pues él era estrictamente una creación de los medios. Inicialmente no era especialmente popular, pero los medios crearon la imagen de un cowboy maravilloso que salvaría a todos, y así sucesivamente.
La administración Kennedy tenía más control; fue el primer grupo dirigente que entendió el poder de la televisión y creó un tipo de carisma mediante un buen funcionamiento de las relaciones públicas: la imagen de Camelot, de aquel lugar maravilloso, dónde pasan cosas maravillosas, y de un gran presidente. Ahora bien, cuando te fijas en las acciones reales que se llevaron a cabo, es grotesco. En realidad Kennedy es el presidente que invadió el sur del Vietnam y el que lanzó un gran ataque terrorista en contra de Cuba, y del cual podríamos decir otras muchas cosas en esta línea. Su Administración fue responsable del establecimiento de una dictadura neonazi en Brasil.
El golpe de estado tuvo lugar justo después del asesinato de Kennedy, pero las bases para este golpe habían sido establecidas por los Kennedy y condujeron a una terrible plaga de represión en cualquier parte de América Latina. Pero la imagen de Camelot está ahí, y las imágenes son muy importantes cuando intentas controlar una población disidente.
De hecho, los EE.UU. no es un país fascista, esta sería una mala analogía. Pero el parecido entre las técnicas de propaganda que utiliza la clase empresarial y las fascistas es muy sorprendente, y no es accidental. Los nazis adoptaron, de manera explícita, consciente y abiertamente, las técnicas publicitarias americanas, y así lo manifestaron. Cogieron unas cuantas ideas sencillas, las reforzaron una vez y otra, e hicieron que parecieran atractivas –esta era la técnica publicitaria americana de los años 20 y fue el modelo que los nazis adoptaron de manera explícita, y este es el modelo de propaganda empresarial que existe hoy en día.
De hecho, los EE.UU. no es un país fascista, esta sería una mala analogía. Pero el parecido entre las técnicas de propaganda que utiliza la clase empresarial y las fascistas es muy sorprendente, y no es accidental. Los nazis adoptaron, de manera explícita, consciente y abiertamente, las técnicas publicitarias americanas, y así lo manifestaron. Cogieron unas cuantas ideas sencillas, las reforzaron una vez y otra, e hicieron que parecieran atractivas –esta era la técnica publicitaria americana de los años 20 y fue el modelo que los nazis adoptaron de manera explícita, y este es el modelo de propaganda empresarial que existe hoy en día.
Por lo tanto, sí: el fenómeno Obama, pienso, refleja la alienación de la población que encontramos en las encuestas: el 80% dice que el país se mueve por unos pocos grandes intereses. Aun cuando Obama dice que lo cambiaremos, no tenemos nada claro qué es el que cambiaremos exactamente. De hecho, las instituciones financieras, que son sus mayores contribuidores, piensan que él ya está bien; por lo tanto, no parece nada claro que pueda haber ningún cambio. Pero si hablas de “cambio“, la gente se coge a ello; si dices “cambio” y “esperanza”, la gente se cogerá a ello y dirá, de acuerdo, este puede ser el salvador que conseguirá aquello que queremos, aun cuando no haya ninguna evidencia para creer que esto pueda pasar.
VN: Está claro.
NC: Por lo tanto creo que el fenómeno Obama y la alienación de la gente van cogidas de la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario